Ya de vuelta (de todo), mejorado el dominio de sí, me dirigo, de nuevo, con el ánimo de ser breve (como Pipino) y dar pábulo a una noticia que recorre los círculos de poder, los fácticos y los de hecho y, al fin, aclarar el misterio que rondaba las casas de todo bicho viviente y por vivir y que durante milenios ha permanecido oscuro cual mejunje de alquimista, siendo sólo unos pocos los elegidos para estudiar tan tremendo fenómeno, descubrir sus causas (las primeras y las últimas) y, sobre todo, sus consecuencias o, por mejor decir, sus fines. Átense los machos, los señores; las señoras, las hembras y los indefinidos o ambiguos, apriétense el cinturón que se avecina tormenta (y tormentos).
De aquellos nudos de los que hablé en la parte primera, nos queda un regusto a gremio, a judería antigua de orfebres y comerciantes, de puertos y ensenadas, y de líos que se deshacen, como se deshacen las margaritas, las jaras pringosas y las amapolas. De éstos que me preocupan (y al intentar desatarlos, me ocupan y me envenenan) son los nudos con vida propia, los autónomos hijosputa que incordian al más templado y corajudo. No hay tu tía... una vez hechos (a sí mismos) puede uno estudiar leyes físicas, cuánticas e ingenieras que no dará con el cabo resuelto. Este enigma que ha traído de cabeza a tantos (me incluyo) sabios y eruditos inútiles (perdidos y ensimismados, acabaron riéndose de los lazos de pajaritas, y los nudos de los troncos viejos, y de las velocidades de la naves sobre la mar gruesa...) Este enigma, insisto, ha sido, por fin aclarado, más bien declarado. Dios hizo acto de presencia en un mitin de IU (con LLamazares llorando por las esquinas, como debe ser, y Carrillo -de invitado, que conste- arrodillado ante tamaño engaño), apartó a empellones a los parroquianos y se subió (Él solito) al entarimado de los elocuentes oradores de la izquierda más temeraria y pronunció lo que sigue:
"Yo hago nudos imposibles, jodidos y a mala hostia, en mis ratos libres y porque me tenéis hasta los mismísimos atributos divinos. Y no me toquéis donde ya sabéis, porque a poco que sigáis haciendo el imbécil (y ya son siglos, so gilipollas), empiezo con los engranajes de las máquinas y, entonces, sí que no salís cuerdos ni con nudos ni sin ellos. Ah, se me olvidaba, la eternidad sigue en pie. Así que no os despistéis, mamarrachos desagradecidos".
Luego fuese por donde vino, a la francesa, y mirando de reojo (o fue un guiño, nunca se sabrá) a una comunista de muy buen ver que le dio la espalda por carca y retrógrado.
De aquellos nudos de los que hablé en la parte primera, nos queda un regusto a gremio, a judería antigua de orfebres y comerciantes, de puertos y ensenadas, y de líos que se deshacen, como se deshacen las margaritas, las jaras pringosas y las amapolas. De éstos que me preocupan (y al intentar desatarlos, me ocupan y me envenenan) son los nudos con vida propia, los autónomos hijosputa que incordian al más templado y corajudo. No hay tu tía... una vez hechos (a sí mismos) puede uno estudiar leyes físicas, cuánticas e ingenieras que no dará con el cabo resuelto. Este enigma que ha traído de cabeza a tantos (me incluyo) sabios y eruditos inútiles (perdidos y ensimismados, acabaron riéndose de los lazos de pajaritas, y los nudos de los troncos viejos, y de las velocidades de la naves sobre la mar gruesa...) Este enigma, insisto, ha sido, por fin aclarado, más bien declarado. Dios hizo acto de presencia en un mitin de IU (con LLamazares llorando por las esquinas, como debe ser, y Carrillo -de invitado, que conste- arrodillado ante tamaño engaño), apartó a empellones a los parroquianos y se subió (Él solito) al entarimado de los elocuentes oradores de la izquierda más temeraria y pronunció lo que sigue:
"Yo hago nudos imposibles, jodidos y a mala hostia, en mis ratos libres y porque me tenéis hasta los mismísimos atributos divinos. Y no me toquéis donde ya sabéis, porque a poco que sigáis haciendo el imbécil (y ya son siglos, so gilipollas), empiezo con los engranajes de las máquinas y, entonces, sí que no salís cuerdos ni con nudos ni sin ellos. Ah, se me olvidaba, la eternidad sigue en pie. Así que no os despistéis, mamarrachos desagradecidos".
Luego fuese por donde vino, a la francesa, y mirando de reojo (o fue un guiño, nunca se sabrá) a una comunista de muy buen ver que le dio la espalda por carca y retrógrado.