Voces que no son voces, sino gritos en la ausencia. Algunos de mis seres más cercanos dicen que es mi mejor verso. Al principio me halagaba, pero con el paso de los años, me ha llegado a irritar, pues siguen diciendo lo mismo y, o una de dos, el verso es tan bueno que oscurece al resto, o el resto es tan mediocre que elegir es un acto humanitario. Se han puesto de acuerdo sin conocerse, siquiera, entre ellos. A mí el (uni) verso me parece bastante vulgar, quince sílabas [alejandrazo] y necesita de otro para adquirir profundidad y sentido. Personalmente prefiero, claridad temprana de lasciva musicalidad, con dieciséis, qué le vamos a hacer, pero expresa una emoción salvaje y cotidiana que dejamos pasar de largo como el que despide a un amigo a quien más tarde ha de ver. Pues siendo la poesía un océano vertiginoso, nos devuelve y nos recupera (mareados) al origen de nosotros mismos.
Siceramente, creo que no soy buen poeta, ni rimador, ni rapsoda... si escribo versos no es por otra razón (siempre hay otra, más oculta) que no me acostumbro a la vida. La vida no es que sea tampoco muy comprensiva con los "elegidos" (privilegiados sin nombre y sin gloria que rozan la esencia y la substancia y luego la palman). Y ya puestos y con perdón: el vértice de la mirada ausente (endecasílabo, al fin) hace al hombre una bestia intranquila (otro más, que cuando me pongo, no hay quien me saque) es lo mejor que esta noche sin tregua he conquistado. ¡Verso hideputa... Menudo amigo!
[Nota: el del centro de la foto no soy yo, qué mas quisiera. Os propongo -a los dos seguidores de mi blog- averigüar quiénes son los que aparecen en la susodicha. Con la aportación de la primera frase de esta nota, ya os he dado una pista muy concreta y esclarecedora. Inserten sus respuestas en los comentarios, y, ya de paso, me ayudan a quitarme esta desazón que me ahoga cada vez que miro la foto de marras]
'Voces que no son voces, sino gritos en la ausencia', me ha recordado una vivencia de no hace demasiado, estando en la soledad de un hospital.
ResponderEliminarDedicado a Melmoth
De Las Herrerías a La Faba
Todo a su alrededor se movía y ella no podía articular palabra, sus gritos eran sordos, ni siquiera podía ponerse en pié, no podía pensar, era un guiñapo en manos de alguien que había decidido que su camino terminaba allí, que no podría continuar a pesar de estar a sólo un par de horas del final de la etapa, y del final del camino, alguien que ha decidido arrebatarla la felicidad de caminar un poco más, sólo un poco más ............. ('Voces que no son voces, sino gritos en la ausencia'). Gritos que no son gritos, sino expresiones sordas sin receptores.
Gracias por esta 'entrada' Melmoth.
Sigue siendo una bestia intranquila, todo menos sentirte un guiñapo en manos del destino.
Aunque entro en estos tus lares telemáticos con notable retraso, recupero el tiempo perdido leyendo tus entradas (no las de la frente que tanto parecen afligirte, aunque habrá también quien las lea, y su técnica, cual los arúspices con las entrañas) en orden inverso al que aparecen (¡tiranía de Internet y adláteres, do siempre prima lo nuevo!), y esta tu confesión poética (y no poética confesión) me llama —y mucho— la atención. Hombre de versos acerados, tersos, penetrantes te conocí y admiré hace ya... ¡casi cuatro lustros! Y te debo —pues tú los inspiraste— mis mejores: un soneto/sonetazo (por aquello de tu alejandrazo), pero eso sí, de alejandrinos de toda la vida. Cuya mayor parte compuse, de vuelta de una de nuestras farras de aquel entonces, caminando hacia mi provisional refugio calle Toledo abajo, a la altura ya casi de la homónima puerta, "abuelta de los albores" —como diría el anónimo poeta de nuestro primer clásico—, cuidando al mismo tiempo no incurrir en el helado chorro de las mangueras de baldeo (otros tiempos, definitivamente) y retener, con mi frágil memoria y las copas y el sueño, los versos que me iban surgiendo a borbotones como nunca habían surgido y como nunca más surgieron. Ahora solo / algún jaiku cultivo. / Adiós soneto.
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