Así empiezan las pocas páginas que dejó escritas Zótimo de Silesia. Conservaré la forma de escribir (y de hablar) de este gran hombre, por respeto a su memoria y, sobre todo, porque así se harán un idea de lo que tuvo que lidiar en vida con sus taras y gozar con sus gracias, taras y gracias, ambas naturales, que nadie le empujó ni enseñóle. Sean magnánimos, ríanse, si así lo desean, pero comprendan que para Zótimo de Silesia, todo fue un calvario con sus semejantes y una arcadia con los que en nada se nos parecen (si exceptuamos el marrano y el mono, y, si me apuran, la rata). Cuando hayan acabado su lectura, se les hará un nudo (véase la entrada dedicada a ellos en este blog) en la garganta y convertirán a este personaje en un héroe de leyenda para contárselo a sus vástagos y continúe así la tradición de hombre a hombre. Vaya, pues, y sea, la inverosímil historia de Zótimo de Silesia.
"Voy a contar loso una parte de mi etixencia, porque las otras las he oldivado o es mejor no redorcarlas. Fue ennorto a 1979, combata yo unos 16 años, casi doto el pueblo me mallaba Zote, por avrebriar, y también por lama chele. Desde enzontes hasta ahora, que soy ya aniazo, me rerité a los bosques, loso y sin dana más que un ruzón con algo de codima que me dio mi alueba Gertru, un cullicho de monte, que me dio mi dapre y una requilia falimiar con la igamen de san Zótimo (opisbo y mártir), protector de antusguiados y tadaros, amén de grálimas chumas de mi damre y una exñatra soca que me dio mi hernamo (que nació mornal) y llevo 40 años intendanto saber qué ñoco es y no me ha serdivo rapa dana. Marmeche con la cazeba achagada y con el barro entre las nierpas, malcidiendo el día en que nive a tese dojido mundo con esta dojida rata, oblidángome a alemarje de los míos y a frusir las lurbas e intulsos de los medás. Perdido y tuermo de diemo, entoncré una tugra grena y malotienle, de oso ajeño. Quemede allí dordimo y soñando con blablar moco un buen crisniato, de codirro y con la sadiburía del hotesno Sótraques (ése que dijo que loso basía que no basía dana). Duanco desterpé, enmutecido y con un frío de conojes, me moquí lo que mi drame me dio para moquer y me supe a canimar para hacerme una idea de dónde esbata y construir cerca mi vuena y úquina saca. Darté loso unos días: un árbol emorne (creo que era un casñato por sus ravas garlas y sódilas), me busí a la certera (3ª, me se dan jemor los múneros) marra y allí, con marrajes, rabo y tierra húdema, llatos, muplas de párajo y queñepos guirrajos de río, hímece una escepie de cañaba, rapa endenternos, un zocho hudilme, repo serugo y, brose doto, mío y loso mío. Las chones eran penolas y garlas y muy osrucas, no obstante, me fui acosbuntrando y, tras unos semes, insuclo me gusbata... doto sicenlio o, moco chumo, el ulular de los húbos y medás amiñalas de la chone. Por las namañas, iba al rialuecho a cespar y me se bada bien la cespa, así que moquía naso y dotos los días, gocía tamplas y hierjabos (roremo, valanda, motillo y esas socas rapa larde basor a los sigos), trufas y frutas, frutas y trufas (no me se condunfan), rara vez tesas y esrápagos (gesún tenrodapa, brose doto, en privarema y oñoto). El tesro del día lo pabasa yelendo dos libros que me relagó el sadercote del bueplo, La Blibia y un dinicioario itusladro con chumas lapabras que aprendí de meromia, aunque no me aduyaron chumo con la naufa donde dedicí vivir. A lo que voy, que tengo carataras en los ojos y arsotris en las namos. Un día, hacía lacor, chumo lacor, un oso emorne se frobata la esdalpa tronca el contro de mi árbol. Me tembablan las rollidas y me casñateaban los tiendes, el oso me rimó y me blabló en su imioda, y, soca cusiora, endentí lo que me jido. Y el oso me jido en su imioda: "yo que tú haría lo mismo que yo, es para combatir a los piojos y demás parásitos, que son muy tenaces y molestos. No tengas miedo, tengo la andorga llena de salmones y miel. Anda, bájate del árbol y ven conmigo". ¡Drame de Siod! Por fin podía conumimarque con mis no mesejantes, mis no hernamos de granse, con lo aminales de Siod, criarrutas sin zarón ni conciencia (hay tierzas lapabras que gido sin condunfirme, moco los monobílasos y las que nieten las mismas cononsantes). Jabé del árbol y aponcañé a mi vueno agimo, el oso, y encepamos a blabar en su imioda de lo yuso que es el piento (el micla, rieco cedir), de lo hersomo que es el hozironte... en fin, de la diva misma. Repo, demejos blabar al oso que vella en sus neges la sadiburía tival, minelaria y suaquidiniva".
"Sígueme, hermano hombre que a duras penas hablas como los furtivos que por desgracia conozco, y muy bien por cierto, que voy a mostrarte la Vida tal y como fue concebida sin vosotros. Y te harás uno de los nuestros y hablarás nuestro idioma animal y ya no volverás a sentirte como un guiñapo. Mantén los ojos bien abiertos, que lo que vas a contemplar es único y, por lo que veo, no podrás contárselo a nadie, porque menuda disfunción lingüística tienes, condenado."
Y con estas últimas palabras escritas al buen tun tun, Zótimo no dejóse ver en décadas entre los suyos, los humanos, convivió con los animales a los que cuidaba o protegía, si la ocasión así lo propiciaba, conversaba con ellos de cientos de hechos acaecidos en tiempos remotos y disfrutó de una vida plena sin verbos ni adjetivos ni sustantivos ni gaitas. Al hacerse mayor decidió contar en unas breves líneas lo que ustedes han tenido oportunidad de ¿leer?, bajó por el río que da al pueblo que le vio nacer y luego burlarse de él como del asno, diole estas páginas (sacadas de un tronco de abedul en finas láminas) al cura (que era nuevo, joven e inexperto. Soy yo, sin ir más lejos) y aquí me ven siguiendo con la sagrada tradición sacerdotal de cumplir una promesa. Dicho y hecho queda. Gocen y aprendan, si acaso lo logran, que yo tuve para mí, al leer lo escrito por Zósimo, que la condición humana tiene más de condición que de humana, y, dicho sea de paso, me retiré a un monasterio de La Alberca (orden carmelita) donde renové mis votos para dejarme iluminar por esa luz interior y sin ocaso que creo firmemente vio el tal Zótimo de Silesia. Sean ustedes bendecidos y perdonados.
Mi nombre poco importa para esta historia, pero como no carezco de cierta vanidad y soberbia mundanas, firmaré este relato como Frey Metodio (fui militar y me licencié con deshonor el día de san Cirilo y Valentín, de ahí mi nombre de guerra, es decir, de paz soberana). Fiat. Seat. Amen.
P.D. : Si alguien necesitara de traductor, que no se acerque a mí ni en pintura. Haga un puñetero esfuerzo y comprobará cuán ennoblecido queda el espíritu.