martes, 7 de julio de 2009

Ideas y venideas... vaguedades

Reconozco que mi talento (si lo hubo) ha mermado considerablemente con los años, las drogas y los malos hábitos y, cómo no, la pereza intelectual. De despertar ligero y levantar tempranero, me pongo ante la pantalla con mirada de lelo, aturdido por las palabras que se mezclan y chocan y gritan por salir y se quedan aletargadas en el silencio; escucho música y padezco y me angustio... contemplo una sucia pareja de palomas criando en el hueco de una pared frente a mi ventana, se acurrucan y carantoñean, arrullan y zurullean y me perciben y olvidan. Y vuelan.
Hoy, siendo san Fermín (también Apolonio, Ercamberto, Idilio u Odón) me ha dado por correr delante de los toros y tirar cabras de los campanarios. Suena María Callas y su La mamma morta, y no lloro de milagro y de milagro me estremezco. La voz hembra obra en mí la metamorfosis... de idiota sin alas paso a ser libélula devorada por un sapo ventrudo que me escupe desalado y ansioso idiota sin alas de nuevo, renovado (cascada de adjetivos... recurso de escritorzuelo). Retorno eterno de lo idéntico sin serlo (ni eterno ni idéntico, sólo retorno. Nietzsche se equivocaba muy bien y con una prosa muy poco germánica).
Tras el zafarrancho, se respira un aire menos errático que de costumbre, también más fresco y órfico. El hogar tiende a crear indentidades espurias, sombras bastardas que se achinescan en los rincones opacos donde habitan la nostalgia y el pudor. Vago entre ellas, pues soy una de ellas, sin luz ni proyecto... como esta parrafada enfática y misteriosa. No intenten descifrarla. Es malo para casi todo, salvo para el sexo imprevisto y de tracas. ¡Qué trayecto, madre mía y qué tormento transitarlo! Por fortuna, no hay ira ni rencor, sólo hastío, derramado sobre los ojos y las manos.